Comentario
La elección de esta obra
Cuando se me propuso contribuir a esta colección de Crónicas de América, ya venía yo pensando en la conveniencia de incorporar a ella algún texto de Sarmiento de Gamboa, personaje de importancia capital en la proyección marítima del Perú y autor de gran erudición y fino estilo, relegado injustamente a segundo término en la mayoría de los estudios referentes a la América virreinal. intelectual y hombre de acción, fue sin duda la dispersión de sus inquietudes, la causa de su fama opaca.
Y sin embargo, sólo como cronista del Nuevo Mundo, debiera tener derecho a una atención impar: su Historia Indica, sin llegar cuantitativamente a lo que fue la obra de Cieza de León --el narrador por excelencia de las cosas del Perú--, posee una calidad científica de primera magnitud, encomiada fuera de España antes que en España. Markham, que con respecto a Sarmiento no es, ni mucho menos, ditirámbico, lo reconoce como la más alta autoridad en cuanto a la historia externa de la época incaica, y Salvador de Madariaga establece un paralelismo entre el navegante cronista y el gran investigador de la Nueva España precortesiana, Bernardino de Sahagún.
La Historia Indica de Pedro Sarmiento es, no obstante, texto controvertido, comentado críticamente por más de un autor, como Ernesto Morales. Otros hay suyos --como el que presento al lector-- que han merecido el aplauso unánime de los entendidos, en este caso, de sus colegas, los marinos. La obra es el resultado del cruce entre las dos principales facetas de este hombre singular: la científica y la de mareante.
Está escrita, además, con completa independencia y con ocasión de una aventura en la que fue --por única vez en su vida-- indiscutido capitán. Sus restantes relatos marineros --el de su viaje a las Salomón, y los relativos a su frustrado intento colonizador en el Magallanes-- carecen del empaque científico y de la objetividad que caracterizan a esta Relación y Derrotero.
La narración del descubrimiento de las islas del Mar del Sur es el testimonio de una empresa fallida. Se inició con propósito de poblamiento, del que Mendaña --general de la expedición-- desistió, y debíase haber encontrado una ruta de retorno --utilizando las corrientes australes, como Sarmiento recomendaba-- que finalmente no se buscó. La consecuencia fue que las islas Salomón quedaron tan desconectadas del Perú como lo estaban antes de descubiertas (no pudo ser Sarmiento el Urdaneta del Sur). En cuanto a las relaciones sobre el proyecto colonizador magallánico, indudablemente de gran interés por la cantidad de datos geográficos y antropológicos que contienen --los cuales aparecen, igualmente, en esta crónica marinera--, se ven enturbiadas por las referencias --a veces demasiado amargas, demasiado destempladas-- a penosos factores humanos y logísticos que perturbaron aquél desde su iniciación, condenándolo al fracaso. Todos estos textos, por otra parte, precisan del contraste con los demás que a los mismos asuntos se refieren. La resultante de tal recopilación --ya elaborada, por cierto--, no podría quedar dedicada solamente a la figura de Pedro Sarmiento de Gamboa, que es el objetivo de este volumen.
Son --creo-- suficientes las razones apuntadas para identificar al personaje con la crónica de su mejor viaje. Pero aún puedo aducir una razón más: es ésta una relación optimista, esperanzada, llena de esforzada vitalidad. Se corresponde con el corto momento pletórico de una vida desgraciada, y narra una aventura genial felizmente concluida. Por todo lo anterior, y por este motivo, es la obra más característica de aquel navegante sabio que fue el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa.
Alonso de Ercilla, el cantor de los araucanos, haciéndose eco de las leyendas que habían generado los intentos desastrosos de cruzar de Oeste a Este el Estrecho de Magallanes, había escrito:
Por falta de pilotos y encubierta
causa quizá importante y no sabida,
esta secreta senda descubierta,
quedó para nosotros escondida,
ora sea yerro de la altura cierta,
ora que alguna isleta removida
del tempestuoso mar y viento airado
encallando en la boca, la ha cerrado.
Sarmiento de Gamboa aclaró, nítidamente, las dudas del poeta con su viaje glorioso: determinó exactamente la altura --latitud-- de la boca occidental del paso interoceánico, y ordenó el dédalo de islas y canales que la ocultaban a las proas de los navíos. Esta es, contada por su protagonista, la crónica de aquella epopeya descubridora.